Impulsar el desarrollo de la empatía desde la infancia como un rasgo más de su educación es necesario para la formación personal y social. Se entiende por empatía la capacidad de percibir y entender el estado emocional de otra persona. De este modo, serán capaces de sentir y pensar como la otra persona, de ponerse en su lugar ante la alegría o las dificultades, lo que ayudará a que sean más tolerantes, generosos y, sobre todo, a excluir el egoísmo en sus relacionales con los demás.
La empatía es parte de la inteligencia emocional y una de las herramientas necesarias para, por ejemplo, evitar el acoso escolar u otras conductas agresivas.
Lecturas recomendadas para los peques
Pautas para fometar la empatía
- La familia es la principal responsable a la hora de educar en la empatía a través del ejemplo. Sabemos que los más pequeños aprenden por imitación. Por tanto, es fundamental que vean a sus padres como modelos positivos en su forma de comunicarse y relacionarse con los demás, empezando por ellos mismos.
- También podemos utilizar el conflicto como ejemplo y formular preguntas del tipo: ¿cómo crees que se ha sentido tu hermana o tu amigo cuando has hecho tal cosa? ¿Cómo te sentirías si hubiese sido al revés?
- Un aspecto esencial es enseñarles a identificar sus propias emociones ante distintas situaciones cotidianas. Además de preguntarles cómo se sienten, escuchar y dialogar, podemos compartir con ellos anécdotas, juegos y lecturas. Los cuentos y novelas, según la edad, son un aliado estupendo para enseñar empatía tomando a los personajes y sus vivencias como referencia.
¿Cuándo empezar?
Los niños pasan por varias etapas en su desarrollo cognitivo-emocional. Durante los primeros años de vida se centran en sí mismos. A partir de los 3-4 años de edad podemos ayudarles a reconocer los sentimientos propios y ajenos (tristeza, celos, alegría, frustración, amabilidad, etc.), y relacionarlos con distintas situaciones. Más adelante, en torno a la pubertad, serán capaces de percibir las emociones no solo como reacción a un hecho del presente, sino como experiencias de vida vinculadas también con el pasado y el futuro. Aprenden a aceptarse a sí mismos y a los demás, así como a exteriorizar sus sentimientos, lo que redundará en su capacidad para resolver los problemas que surjan.