
Las personas mentimos, ya sea por cortesía, necesidad o interés. La capacidad de mentir no es innata, sino que se aprende según interactuamos con los demás. Los niños, en concreto, empiezan a decir mentiras a partir de los 3 años, aunque son mentiras que buscan evitar la culpa o el castigo, no son mentiras para perjudicar a otros y, a tan corta edad, lo real aún se confunde con lo imaginario. Debemos empezar a preocuparnos cuando las mentiras son frecuentes a partir de los 7 años, cuando ya distinguen lo verdadero de lo falso, saben que mentir no está bien y a ellos también les molesta. Por ejemplo, cuando detectan una mentira de los mayores, especialmente de sus padres, se sienten traicionados. Hay que evitar la mentira compulsiva y sin motivo. La mentira más peligrosa es aquella que se utiliza en beneficio propio y en perjuicio de otros.
Titubeos y contradicciones al hablar, así como el lenguaje físico (apartar la mirada, retorcerse las manos, sonrojarse, taparse la cara, moverse sin parar, sudar…), son señales que exponen al mentiroso, al menos, a un mentiroso principiante. A medida que crecemos y desarrollamos otras herramientas cognitivas y emocionales, perfeccionamos la capacidad de mentir en sociedad sin que se note.
¿Por qué mienten los niños?
Saber qué causa una mentira, te ayudará a entender a tu hijo y a manejar la situación. Entre las causas habituales están las siguientes:
- Imitación: el niño está acostumbrado a escuchar mentiras en casa. Si los padres y otros con relación directa mienten a menudo, el niño aprenderá a usar el mismo método en sus relaciones interpersonales.
- Miedo: el niño teme ser descubierto en algo que ha hecho mal y sus consecuencias.
- Busca la aprobación de los demás: el niño miente para simular que cumple con las expectativas de padres, profesores, etc. Por ejemplo, cuando dice que ha hecho la tarea en tiempo récord, ha leído todos los libros o ha marcado cinco goles sin ser cierto.
- Para llamar la atención: si el niño se siente poco atendido, puede inventar algo para llamar la atención, por ejemplo, un dolor físico, fiebre o cualquier otro percance que lo haga ver como víctima.
- Frustración: el niño está molesto porque no ha conseguido algo y miente para desquitarse.
- Para no hacer lo que tiene que hacer: ya sea por pereza o comodidad, el niño afirma haber realizado alguna tarea, como lavarse los dientes o ducharse, sin ser verdad.
¿Qué hacer para que dejen de mentir?
Un niño necesita ayuda cuando la mentira se convierte en algo cotidiano y afecta a sus relaciones con los demás. Los padres deben afrontar el tema con calma, aunque con firmeza, y descubrir la causa de las mentiras. Estas son algunas pautas a seguir:
- La comunicación sincera en familia es fundamental. Los niños deben crecer en un ambiente de confianza donde se sientan libres de compartir con sus padres las penas y alegrías del día a día.
- Enseñarles con ejemplos cómo puede afectar la mentira a sus vidas y a la de otros.
- Dar ejemplo y, por muy trivial que algo nos parezca, no mentirles ni incumplir promesas.
- Fortalecer su autoestima y la confianza en sí mismos para que no necesiten la aprobación de los demás.
- Felicitar o premiar cuando digan la verdad.
- No usar el castigo a la ligera, ya que provoca miedo y este incita a la mentira como refugio.
Te dejamos a continuación lecturas relacionadas que hablan de la mentira: