
Las primeras muestras escritas datan del Antiguo Egipto, hace algo más de tres mil años. También hay ejemplos de la India, Mesopotamia, la Antigua Persia, China, Grecia, Roma... hasta nuestros días.
Pero, ¿qué son estas entidades que han llenado tantas horas de asueto a través del tiempo? ¿Y cómo son sus historias?
La palabra «hada» proviene del término latino «fatum»: destino, fortuna, hado, que derivó a «fata» en latín vulgar, en referencia a las Parcas de la mitología romana (las Moiras griegas), que personificaban el Destino. De aquí derivó a otras lenguas, como «faie» o «fée» en francés, y «fay» o «fairy» en inglés, idioma en el que «fate» designa igualmente el sino de una persona.
Estas criaturas mágicas e intangibles, que interceden en los asuntos de los humanos para bien o para mal, existen en el imaginario popular desde tiempos inmemoriales, sin que se conozca realmente su origen. Aparecen en leyendas sánscritas, en la mitología arábiga, entre las ninfas de la mitología griega, en la mitología nórdica e incluso hay testimonios entre las culturas indígenas americanas y en las islas del Pacífico Sur.
Por lo general, un hada tiene el aspecto de una muchacha hermosa, unas veces de tamaño normal y otras, más pequeño, con alas o sin ellas, aunque siempre con poderes sobrenaturales. Se suelen dividir entre hadas buenas (protegían los hogares y a los niños, concedían deseos y regalos o realizaban tareas para ayudar), y hadas malvadas (responsables de accidentes, daños y pérdidas en el hogar, niños que enfermaban o se perdían…). A lo largo de los siglos el concepto varió, convirtiéndolas en espíritus guías o protectores de la naturaleza, similares a gnomos o elfos.
Lo cierto es que hay tantas hadas como tradiciones, por lo que nos referiremos aquí a las más populares:
Junto a todas estas, no podemos olvidar a uno de los tipos más conocidos de la cultura occidental, el Hada Madrina, representada con el aspecto de una señora mayor afable y afectuosa, que concede deseos mediante la magia y ayuda al héroe o heroína de la historia. Por último, el Hada de los Dientes, variante de El Ratoncito Pérez en varias culturas, que deja regalos a los niños y niñas cuando pierden alguno de sus dientes de leche.
La Cenicienta, Rapunzel, La bella durmiente, Juan sin miedo, La reina de las nieves… Todos guardamos en la memoria alguna historia oída en nuestra infancia con hadas de por medio. Los cuentos de hadas son un subgénero de la literatura infantil con un alto valor pedagógico, pues ayudan a los pequeños a diferenciar entre el bien y el mal, a comportarse adecuadamente ante determinadas situaciones, a valorar la felicidad y, en definitiva, a desarrollar su fantasía y creatividad. No obstante, los primeros cuentos de hadas estuvieron destinados al público adulto y no fue hasta el siglo XVIII en adelante que empezaron a asociarse con la literatura para niños.
En los cuentos de hadas infantiles solemos encontrar príncipes, princesas, brujas, reyes, magos, animales fantásticos que hablan y actúan como humanos, troles, gigantes, duendes… entre otras numerosas criaturas fabulosas. La acción se presenta en un lugar y tiempo indeterminados, un mundo irreal donde la magia tiene un lugar preeminente. Luego, ha de haber un héroe o heroína y, por supuesto, un antagonista de lo más malvado, que pone en dificultades a los protagonistas. A veces hay una historia de amor de fondo, momentos de suspense y terror, y siempre acaban bien.
Los autores de los cuentos de hadas han llenado de aventuras y sueños la imaginación de incontables generaciones de niños:
Los cuentos son una parte muy importante del patrimonio cultural de todos los pueblos desde hace milenios.
Su principal propósito, ya sean los de tradición oral como los escritos a posteriori, es el de transmitir y preservar la comunicación y el conocimiento de la humanidad.
Representan una alegoría del comportamiento humano, tanto con ejemplos negativos (maldad, egoísmo, codicia, etc.), como positivos, mostrando actitudes correctas. Además, los cuentos contienen arquetipos fácilmente reconocibles y su mensaje suele ser curativo, en el sentido de que corrigen malos comportamientos y estimulan nuestro talento, así como ejemplarizante. Todo ello de una manera amena y sugestiva para el que escucha o lee.
Son una herramienta maravillosa para que los niños aprendan y entiendan elementos y situaciones de la vida y para que desarrollen la imaginación.