¿Qué son las hadas?

La palabra «hada» proviene del término latino «fatum»: destino, fortuna, hado, que derivó a «fata» en latín vulgar, en referencia a las Parcas de la mitología romana (las Moiras griegas), que personificaban el Destino. De aquí derivó a otras lenguas, como «faie» o «fée» en francés, y «fay» o «fairy» en inglés, idioma en el que «fate» designa igualmente el sino de una persona.

Estas criaturas mágicas e intangibles, que interceden en los asuntos de los humanos para bien o para mal, existen en el imaginario popular desde tiempos inmemoriales, sin que se conozca realmente su origen. Aparecen en leyendas sánscritas, en la mitología arábiga, entre las ninfas de la mitología griega, en la mitología nórdica e incluso hay testimonios entre las culturas indígenas americanas y en las islas del Pacífico Sur.

Por lo general, un hada tiene el aspecto de una muchacha hermosa, unas veces de tamaño normal y otras, más pequeño, con alas o sin ellas, aunque siempre con poderes sobrenaturales. Se suelen dividir entre hadas buenas (protegían los hogares y a los niños, concedían deseos y regalos o realizaban tareas para ayudar), y hadas malvadas (responsables de accidentes, daños y pérdidas en el hogar, niños que enfermaban o se perdían…). A lo largo de los siglos el concepto varió, convirtiéndolas en espíritus guías o protectores de la naturaleza, similares a gnomos o elfos.

Tipos de hadas

Lo cierto es que hay tantas hadas como tradiciones, por lo que nos referiremos aquí a las más populares:

  • Hadas de aire: entre las que se encuentran las sílfides, criaturas delicadas, luminosas, de gran altura y con alas transparentes y ágiles, que cabalgan sobre las nubes y tienen carácter protector. También las hadas mariposa, cuyas espaldas están adornadas por cuatro alas de refulgentes colores y viven entre las mariposas comunes, cuidando del bosque. Son de tamaño pequeño.
     
  • Hadas de agua: aquí se encuadran las sirenas de la mitología griega, con cuerpo de mujer de cintura para arriba y cola de pescado de brillantes escamas. La tradición cuenta que su gran belleza y su extraordinario canto atraían a los marineros hacia su perdición. Otras hadas acuáticas son las ninfas, nereidas, ondinas, náyades y xanas, que viven en fuentes, arroyos y lagos.
     
  • Hadas de la tierra: en este apartado destacan las lamias, seres malignos y vengativos de turbadora belleza, que moran en cuevas (hay tradiciones, como la mitología vasca, que las sitúa en fuentes y ríos). De carácter más benévolo son las dríades, que habitan en los árboles, especialmente el roble, y los protegen; también son muy bellas y poseen una voz suave como el ludir de las hojas. Las hamadríades son aquellas asociadas a un árbol en particular y se las conoce por uno u otro nombre según sea este (por ejemplo, la dríopes viven en encinas, mientras que las melíades moran en los fresnos). Rehúyen el contacto con el ser humano y no gustan de ser molestadas en su hábitat. Por otro lado, también encontramos a las alseides, que son las hadas de las flores. Se alimentan de néctar y defienden prados, bosques y cañadas, cuidando de las plantas y los árboles. A veces disfrutan asustando a los viajeros que transitan cerca de ellas.
     
  • Hadas de fuego: entre estas encontramos a las denominadas salamandras, unas de las más poderosas y solicitadas a menudo por los hechiceros por su control del fuego. Son de color rojizo, fáciles de enfadar y se alimentan de bayas. Además, están las limníades, pequeñas esferas de luz sin cuerpo, a las que podemos comparar con los fuegos fatuos. Algunas son diminutas y el hombre suele confundirlas con luciérnagas. Por lo general, son portadoras de buenos augurios; aunque, si se aparecen en mitad de la noche, pueden confundir a los viajeros y hacerles perder el rumbo. Otro tipo de hada de fuego son las conocidas como Dedos de Luz, cuyo aspecto asemeja al de un niño. Dicho nombre deriva de su característica más llamativa: la punta de sus dedos irradia una fuerte luminiscencia. Son criaturas juguetonas y traviesas, con fama de ladronzuelas. Se sienten atraídas por los objetos brillantes, sobre todo las piedras preciosas, y no pueden evitar cogerlos y trastornar al humano de turno.

Junto a todas estas, no podemos olvidar a uno de los tipos más conocidos de la cultura occidental, el Hada Madrina, representada con el aspecto de una señora mayor afable y afectuosa, que concede deseos mediante la magia y ayuda al héroe o heroína de la historia. Por último, el Hada de los Dientes, variante de El Ratoncito Pérez en varias culturas, que deja regalos a los niños y niñas cuando pierden alguno de sus dientes de leche.

Los cuentos de hadas y su función

La Cenicienta, Rapunzel, La bella durmiente, Juan sin miedo, La reina de las nieves… Todos guardamos en la memoria alguna historia oída en nuestra infancia con hadas de por medio. Los cuentos de hadas son un subgénero de la literatura infantil con un alto valor pedagógico, pues ayudan a los pequeños a diferenciar entre el bien y el mal, a comportarse adecuadamente ante determinadas situaciones, a valorar la felicidad y, en definitiva, a desarrollar su fantasía y creatividad. No obstante, los primeros cuentos de hadas estuvieron destinados al público adulto y no fue hasta el siglo XVIII en adelante que empezaron a asociarse con la literatura para niños.

En los cuentos de hadas infantiles solemos encontrar príncipes, princesas, brujas, reyes, magos, animales fantásticos que hablan y actúan como humanos, troles, gigantes, duendes… entre otras numerosas criaturas fabulosas. La acción se presenta en un lugar y tiempo indeterminados, un mundo irreal donde la magia tiene un lugar preeminente. Luego, ha de haber un héroe o heroína y, por supuesto, un antagonista de lo más malvado, que pone en dificultades a los protagonistas. A veces hay una historia de amor de fondo, momentos de suspense y terror, y siempre acaban bien.

Los autores de los cuentos de hadas han llenado de aventuras y sueños la imaginación de incontables generaciones de niños:

Los cuentos son una parte muy importante del patrimonio cultural de todos los pueblos desde hace milenios.

Su principal propósito, ya sean los de tradición oral como los escritos a posteriori, es el de transmitir y preservar la comunicación y el conocimiento de la humanidad.

Representan una alegoría del comportamiento humano, tanto con ejemplos negativos (maldad, egoísmo, codicia, etc.), como positivos, mostrando actitudes correctas. Además, los cuentos contienen arquetipos fácilmente reconocibles y su mensaje suele ser curativo, en el sentido de que corrigen malos comportamientos y estimulan nuestro talento, así como ejemplarizante. Todo ello de una manera amena y sugestiva para el que escucha o lee.

Son una herramienta maravillosa para que los niños aprendan y entiendan elementos y situaciones de la vida y para que desarrollen la imaginación.