Paloma Muiña hace magia.
Sí, ella es capaz de apretar la frente, cerrar los ojos y encontrar un cuento entre todas las cosas que vuelan por su cabeza. Para este de El paraguas rojo tomó los bocadillos de amapola de su abuelo, un conejo despeluchado de tanto jugar con él y un poco de chocolate, claro, porque Paloma no puede pensar si no hay chocolate cerca.
Después miró por la ventana: llovía, y tres niños correteaban a su alrededor pidiendo cosas imposibles. Hasta una nube le sacó la lengua.
Entonces lo tuvo claro:
–Esto no puede quedar así –dijo–. Aquí hay un cuento.
Y como el rojo es su color preferido, escribió El paraguas rojo.