Para ser pirata

... BEATRIZ GIMÉNEZ DE ORY confiesa no haber sido nunca pirata, pero sí madre de un auténtico corsario, lo que le ha dado una visión muy cercana de tan apasionante profesión. En más de una ocasión, se ha visto abocada a emprender la búsqueda del tesoro, como cuando su hijo Daniel visitaba el joyero y se llevaba sus sortijas y pendientes como botín, y los escondía entre los calzoncillos, los botes de rotuladores o las fauces de un cocodrilo de plástico. También fue sufrido grumete, y tuvo que fregar la cubierta del cuarto de baño después de que Daniel luchara desaforadamente contra el tiburón Tresaguas, que tenía la desfachatez de retarlo en la bañera. Los festines con sus amigotes piratas, donde se lanzaban al aire garfios de quita y pon y patatas fritas, también resultaron de lo más inspirador.