Un clásico es una obra que nos acompaña en nuestro viaje existencial, a través de generaciones, y siempre guarda algo que enseñarnos.
Si atendemos a las palabras de Italo Calvino en su ensayo Por qué leer los clásicos, podríamos decir que...
... se trata de «un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir».
Una obra valiosa tanto para quien la ha leído como para quien espera hacerlo, un texto imprescindible que forma parte del acervo cultural y del inconsciente colectivo de la humanidad por lo que cuenta o representa.
Un clásico siempre merece una o varias relecturas, un mérito que nos permite abordarlo a diferentes edades y descubrir, en cada una de ellas, algo nuevo que pasó desapercibido en un momento anterior.
¿Cuándo lanzarse a la lectura de los clásicos?
Como es lógico, no todos los clásicos pueden recomendarse a todas las edades. La complejidad temática y estilística, el vocabulario y la gramática utilizados en el original e incluso la lengua en la que están escritos, resultan a menudo extrañas y desconocidas para el lector actual, no digamos para niños y adolescentes que se inician en la lectura. Un ejemplo de esto es reconocible en el Cantar de Mio Cid o en Don Quijote de la Mancha. Es por ello que imponer forzosamente la lectura de este tipo de libros a edades tempranas, solo tendrá una consecuencia: el rechazo.
¿Qué hacer entonces? Si se evita el acceso a estos textos hasta la edad adulta, se están negando referentes culturales universales necesarios para la formación y el aprendizaje, además de mucha diversión. Las adaptaciones para un público joven y con una experiencia lectora reducida es la opción más recomendable, aunque sea una manera indirecta: una buena adaptación no traicionará ni cambiará el sentido del libro en su camino para facilitar la lectura del mismo, pero ayudará al lector en su comprensión.
10 consejos para iniciar en la lectura de clásicos